Mi sano corazón
ese que latía obediente
a la par del tuyo
ese que no descansaba
ni domingos, ni feriados
estaba repleto de amor
para entregártelo a ti
cuando te hiciera falta
pero lo maltrataste aposta
lo pisoteaste sin consideración
hasta dejarlo moribundo
ahora sus pedazos sangrantes
se esparcen por doquier
a la espera que los carroñeros
devoren rápido sus restos
que borren esa amarga ilusión.
Ese leve palpito es sólo
un reflejo de lo que fue.