Siguiendo
tu rastro
buscando
tu calor
por
el suelo, por el aire
con
sigilo extremo
alerta
del peligro,
me
escabullí
en
tu suave capullo.
En
la penumbra de la medianoche
me
posé primero
sobre
tus hombros desnudos.
poco
a poco
fui
descendiendo por tu cuerpo
hasta
llegar a tus pies, donde me tienes.
Dejando
cada día
a
cada paso, una marca
una
picadura insoportable
como
prueba que estuve ahí
sorbiendo
con mi boca seca
tu
amarga sangre, haciéndote mía
como
un insecto despreciable
queriendo
amarte para siempre.